- Área: 532 m²
- Año: 2008
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Fotografías:Cristóbal Palma
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Proveedores: Hunter Douglas
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Esta es, a la vez, una casa enorme y pequeña. No tiene salones extensos pero sí un montón de piezas que se repiten y algunas funciones que se duplican de acuerdo a la tradición chilena de casa de campo. Ocupa una pequeña quinta donde, hasta hace poco, estaba la antigua casona donde su actual propietario pasó su infancia. Es un lugar cargado de recuerdos. Casi como testigo de estos recuerdos ha quedado una abundante miscelánea de árboles frutales (desde cerezos a nogales) y árboles nativos (desde palmas a araucarias). Más allá del sitio no hay mucho, al menos nada que sea visualmente atractivo. Por lo tanto, el programa se extiende horizontalmente para, además de recorrer la profundidad de estos jardines arbolados, conquistar cierta introspección interior e invisibilidad de su presencia exterior.
La estructura irregular, y algo laberíntica, junto con establecer una serie de variaciones que responden al tamaño y proximidad entre las habitaciones, contiene nueve patios abiertos al cielo. Algo así como nueve claros que ayudan a controlar la densidad de la planta. El suelo no tiene desniveles. Si la holgura de algunos recintos se conseguiría elevando sus cielos a una altura equivalente a dos pisos, esto no debía arrojar sombra sobre los patios. Para ello se proponen dos inclinaciones: la de los techos, que siempre desciende hacia los patios (dejando sólo la sombra que proyecta la altura del muro) y la de los cielos, cuyo vértice recortado por la luz natural se centra en función del mobiliario de cada recinto.
El peso de un manto de tejas (que en algo evoca el de la antigua casona de madera) cae desde estos catorce prismas truncados. El que sean pequeños trozos de metal es la única manera de eliminar las costuras de sus aristas (como si de un collage de Burri se tratara) y con ello reparar en la naturaleza a la vez industrial y artesanal que encarnan sus superficies.